viernes, 10 de julio de 2015

Bodorrio à la japonaise

¿Blog? ¿Qué blog? ¿Qué actualización? ¿Cómo que los blogs se actualizan de forma regular? ¡Todo mentiras! Los blogs los actualizan unos duendes que viven en las conexiones inalámbricas a internet y que nunca parecen pasarse por el mío. He dicho.

En todo caso y como nunca se pasan (malditos), no me queda más remedio que actualizar yo (cuando me acuerdo, que es de Pascuas a Ramos). Y esta vez he venido a contaros como es una boda a la japonesa, o por lo menos a la japonesa-occidental, que cuando les da por mezclar es todo mucho más gracioso y extraño.

La boda, by the way, era la de mis amigos Yuu Takahashi y Haruka Tsuchiyama. Yuu estuvo en Oviedo enseñando japonés allá por 2011 (el tiempo vuela, colegas), y a Haruka la conocí cuando vino a visitar a Yuu. El caso es que son los dos majísimos y adorables y siempre que les visito se portan genial conmigo.

                                              
Aquí Yuu y Haruka durante la recepción, radiantes.

Os explico; aquí las bodas las hacen a veces al estilo tradicional, en el templo y con la ceremonia shintoísta, y a veces las hacen al estilo occidental o cristiano. Esta era evidentemente una de las segundas. Lo interesante es que tienen empresas enteras y edificios con todo lo necesario para celebrarlas: wedding halls. En el mismo recinto tienes la capilla, la zona para la recepción, una zona de bar para la fiesta de después, servicio de peluquería... Y el personal para todo ello.


Los novios saliendo tras la ceremonia.

He de admitir que a lo mejor era porque no me estaba enterando, y nunca mejor dicho, de la misa la media, pero la ceremonia se me hizo considerablemente más corta de lo que nos tienen acostumbrados en España, que parece que si no pasas dos horas en la iglesia haciendo sentadillas cada ocho frases, el cura no queda contento. Por otra parte, si a alguien le interesa aprenderse el Padre Nuestro en japonés:

                                      

Evidentemente uno para una boda necesita ir vestido de forma adecuada, así que os enseño mi vestido y el peinado chachi que me hicieron:


Y aquí abajo yo, post-pelos:

                    

Por mucho que te esfuerces está claro que los más guapos son siempre los novios, que estaban estupendos. Especialmente Haruka:


Después de la ceremonia en sí, en la que por cierto no vi a nadie llorando, no como esas madres españolas que agotan la producción diaria de una fábrica de kleenex antes de que el cura abra la Biblia, nos desplazamos todos a la sala donde daban la recepción. 

Mirad que cuqui la comida (o por lo menos uno de los sabe Dios cuántos platos que eran):


Las recepciones son como en España: discursos de todo Cristo (incluida yo) y vídeos con fotos que casi preferías dejar en el baúl de los recuerdos pero que no. Ahora, eso sí, son japoneses y se nota: todo mucho más organizado. Nada de levantarse por las buenas, reventar una copa a base de "golpecitos" con el cuchillo y ponerse a gritar un discurso improvisado. Aquí había una señora en un atril con un micrófono anunciando quién y en qué momento iba a dar un discurso.

                                                

Los pobres novios, eso sí, no paran. Cuando no es la gente acercándose a saludar y a sacarse fotos, es dar las gracias por los discursos, y cuando no son las gracias son ellos dando discursos, y cuando no es nada de lo anterior pues se tienen que cambiar a un kimono para estar guapos:



El kimono sólo les duró un ratito, aunque estuvieran espectaculares con él.

Es importante saber que las bodas en Japón, o por lo menos la primera parte (ceremonia y recepción) son mucho más formales que en España. Es decir, a ti normalmente no se te ocurre invitar a tu jefa a tu boda. Es más, cuanto más lejos la tengas ese día, probablemente mejor. En Japón invitas a familia, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, jefes y hasta profesores de la universidad. ¿A qué tú no te planteas invitar a tu profesora de Gestión y Legislación del Patrimonio Histórico Artístico a tu boda? PUES ELLOS SÍ. Como consecuencia, la recepción no es tan relajada como en España.

Que por cierto, te bañan en regalos. Que normalmente en una boda los regalos los haces tú, pero aquí va un poco al revés. No sólo pagan el hotel de la gente que viene de lejos, encima te dan un sobrecito con dinero por los gatos del billete de tren/avión/whatever. Y regalos a puntapala. Fundamentalmente té y dulces y cosas chachis.

Tú también haces un regalo, evidentemente. Un sobrecito con dinero, cuya cantidad varía según grados de amistad y/o cercanía. Pero ojo con el sobre, que en Japón venden cientos y todos son distintos y no hay Cristo que acierte: sobres para funerales, bodas, cumpleaños, año nuevo... Y depende de la posición del lazo, de como lo dobles, y de otras quincemil cosas más, vas de funeral a boda en un pispás. Que complicados son los malditos cuando quieren.

Para relajarse, los amigos más cercanos y fundamentalmente más jóvenes son invitados al Nijikai, literalmente Segunda Fiesta. Normalmente tienes que pagar para participar, pero yo me colé disimuladamente porque soy así de chachi. Hay comida (sí, más, porque hay gente que no viene a la ceremonia ni a la recepción pero sí a la fiesta) y barra libre, y en general todo el mundo está más relajado y es más fácil socializar, aunque eso no quita que haya más discursos.



Aquí los novios saludando de nuevo, miradlos que guapísimos.

Por cierto, una cosa que me mató de la fiesta. JUEGAN AL BINGO. Ese juego de abuelas con tiempo libre y Belén Esteban con internet. Ese. Y se lo toman super enserio, que dan premios tipo cafetera buena y la de su madre. Yo muerta de la risa, claro. Quién demonios juega al Bingo en una boda. Pues los japoneses, quién va a ser.





Ya he dicho que Yuu y Haruka me tratan siempre genial, así que el día siguiente me invitaron a mi y a más amigos suyos a desayunar en un restaurante super chachi especializado en té verde porque el té verde es amor. Desayunamos ochazuke, que es arroz con cosas encimas al que le echas té calentito por encima y te lo comes con una cuchara:



También desayunamos helado de vainilla con té matcha caliente por encima, porque desayunar helado ya es genial de por sí, pero si encima tiene matcha pues todo mucho mejor:


Además me llevaron a una tienda especializada en té (en Kyoto son tirando a monotemáticos) en la que te enseñaban a mezclar tu propio té con hojas de distintas variedades según que sabores y gustos prefieras. La persona que te ayuda estudia el té y es experta en ello, y te va explicando un montón de cosas.

Yuu habla español perfecto, y Haruka habla inglés, y los amigos de Yuu también hablan mucho español, y a decir verdad todos se portaron estupendo conmigo e intentaban hablarme en español cuando notaban que no me estaba enterando de mucho. Había un chico que sólo decía "¡Soy japonés!", y otro muy majo que aunque hablaba bien, hablaba mejor italiano, y cada vez que intentaba hablarme en español era 30% italiano camuflado y era divertidísimo.




Como extra y antes de coger el tren de vuelta, me acerqué a Sanjuusangendo, un templo chachi que no había podido ver la primera vez que vine porque aquí todo cierra a las cinco la tarde. Tienen cientos de estatuas a las que no te dejan sacar fotos, así que sólo tengo fotos de fuera, pero hacía buen tiempo y el sitio es bonito:







En otras noticias, de alguna manera hemos llegado a Julio y el fin de semana pasado hice el Japanese Language Proficency Test, level 3. Las secciones de lectura, gramática y escucha me fueron estupendas, especialmente escucha que era facilísimo, pero no sé si tendré suficientes puntos en la sección de kanji y vocabulario porque estaba algo complicada, y si no apruebas todas las secciones te suspenden el examen aunque tengas las otras perfectas. MISERABLES.

¿Pero sabéis lo mejor de todo? Mañana me voy a Tokio a buscar a mi hermanito, que viene a pasar un mes conmigo a Japón. Y luego me voy a España con él una semanita, y va a ser un verano estupendo.











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