lunes, 14 de septiembre de 2015

お盆過ぎれば秋の風

Que os iba a decir yo... Que si no llega a ser por una petardilla que me ha recordado que tengo un blog, ya lo podíais dar por desaparecido, porque ni me acordaba de su existencia. En mi defensa diré que he estado ocupada.

A ver, que os cuento.


En primer lugar a principios de julio tuvimos lo que en Japón llaman 授業参加 o jyugyou sanka, y que viene a ser que a los padres les dejan observar las clases durante una media hora. Tanto las clases de por la mañana como las de por la tarde y las del sábado. Sobreviví a todas, pero fue un estrés.

Luego tuve el examen de japonés JLPT, que es como los de Cambridge pero para japonés. Tiene cinco niveles, siendo el uno el más difícil y el cinco el más fácil. Ya me había presentado al cuatro en España, y esta vez hice el tres... ¡Y aprobé!

Pero bueno, que soy un genio ya lo sabíamos todos, así que avancemos en el tiempo. Ya a mediados de julio vino mi hermano a quedarse conmigo un mes. Aquí el gran momento del reencuentro:


No nos tengáis en cuenta las caras, que estábamos muy cansados. Especialmente él, como se puede apreciar. 

La pena es que como yo trabajo cual esclava moderna, no tenía vacaciones y sólo nos podíamos mover por Japón los fines de semana. El resto del tiempo estábamos por Nagoya... y hasta que yo salía del trabajo, él solito. POBRE.

El caso es que el primer fin de semana lo pasamos en Tokio, aprovechando que era a donde le llegaba el avión, y como soy buena hermana empecé a hacerle perrerías desde el primer día:


¡Hazte con todos!

Que por cierto, vais a reíros, pero sacar un selfie es un asunto complicado cuando tienes un hermano gigante y tú eres más bien tamaño hobbit. Imaginaos a Gandalf y Bilbo intentando sacarse un selfie. PUES IGUAL. Y sin bastón para hacer de palo de selfies.





 En fin, que cuando no estábamos de viaje por ahí nos dedicamos a hacer el payaso por Nagoya. Por hacer el payaso entiéndase mi hermano subido a mi bici e intentado pedalear cuando le queda tan pequeña que le dan las rodillas contra el manillar:


También lo arrastré contra su voluntad a hacernos purikura, que para quién no lo sepa son como fotomatones pero con fondos chulos y dibujitos e iconitos y chorradas varias para personalizar tus fotos, que luego te imprimen en formato pegatina. Es muy divertido (cuando no eres un gruñón como uno que yo me sé) y son un recuerdo gracioso.



Otra de nuestras estupendas visitas fue Osaka:





Y en medio de todo esto me tocó irme de viaje con 35 niños de entre cuatro y diez años, por si alguna vez habíais pensado que vuestra vida era dura. Vale que fuimos a un lago estupendo y precioso, y que si hubieran sido unas vacaciones con amigos me hubiera encantado, pero acabé agotadísima. Cada profesor tenía un grupo de cinco o seis críos, y entre que tardan un mundo en dormirse, y que aún cuando te duermes tú estás medio despierta por si pasa algo, no se descansa nada. Y fuimos dos días.

Lo mejor de todo es llevar a todos los críos a un baño público. Un onsen, que los llaman, y que vienen a ser baños termales. Ríete tú de intentar que nadie pierda la ropa, que nadie salte a la bañera, de secar y peinar a quince crías que tienen más pelo que Rapunzel... Y ni os cuento ya la experiencia que es entrar a un baño público con tu jefa. Eso ya os dejo que lo imaginéis.



También fuimos al festival Tanabata de Ichinomiya, que se celebra más tarde que en muchos otros sitios. El Tanabata es tradicionalmente el 7 de Julio, y celebra la unión de Orihime y Hikoboshi.

Según la leyenda, Orihime era la hija del Emperador del Cielo, y pasaba el tiempo tejiendo para su padre hermosísimas telas. Pero se encontraba muy sola y triste, por lo que su padre decidió casarla con Hikoboshi, que cuidaba del ganado celestial. El problema fue que al conocerse se enamoraron perdidamente, y ninguno atendía ya a sus quehaceres: Orihime dejó de tejer para su padre, y Hikoboshi descuidó el ganado, que se esparció por toda la galaxia.

Enfadado, el Emperador los condenó a estar separados por el Amanogawa, que significa Río del Cielo y viene a ser la Vía Láctea. Sin embargo, tanto lo conmovió la tristeza y el llanto de su hija que les permitió reencontrarse un día al año, el Tanabata. Orihime y Hikoboshi corrieron a encontrarse, sólo para darse cuanta de que ninguno podía cruzar el Amanogawa para llegar hasta donde estaba el otro. Para ayudarles, una bandada de urracas creó un puente con sus alas.

El festival del Tanabata, o Festival de las Estrellas, celebra este reencuentro, y la gente escribe deseos en papeles que se cuelgan de ramas de bambú. Sin embargo, se dice que si llueve, las urracas no pueden acudir a formar el puente que permita a los amantes reencontrarse, y Orihime y Hikoboshi deben esperar otro año antes de poder verse.

Por suerte no llovió, y nosotros lo pasamos pipa. Hasta compramos "fuegos artificiales", que se venden en Japón en verano y vienen a ser bengalas venidas a más, para jugar en la terraza.




También fuimos a un partido de béisbol, y aunque no nos enteramos de absolutamente nada, bebimos como cosacos con cerveza de contrabando y lo pasamos chachi. 
(Desde entonces me he informado sobre las reglas del béisbol vía visionado intensivo de varios animes al respecto, que es la única manera en la que el deporte entra en mi vida)




Otros viajes incluyeron Kioto, porque no puede uno venir a Japón y no visitar Kioto, aunque se muera de calor en el intento porque Kioto en verano es así como una sauna en un desierto en un infierno. Compensa porque es precioso.



 También fuimos a Nara, que además de tener templos super chachis porque fue la capital de Japón allá por épocas ancestrales, tiene ciervos sueltos por todas partes. Y vale, huele mucho a zoo en algunas zonas, pero ¿y lo que mola? Son ciervos completamente acostumbrados a la gente, y se dejan tocar y manosear y se te acercan (fundamentalmente para investigar si tienes comida que ofrecer). Incluso te hacen una reverencia cuando les inclinas la cabeza, porque han aprendido que así la gente les da más comida. Son tan geniales.



En fin, que fue un mes estupendísimo y lo pasamos pipa, aunque tuviéramos un ligero encontronazo con un par de cucarachas, que se resolvió sin más víctimas que las obvias: las cucarachas.

El viaje de vuelta fue un poco agotador, pero al final llegamos a tierras más castizas, y superamos las emocionadas lágrimas de alegría en el aeropuerto para poner rumbo a Oviedo. 




Que por cierto, se me había olvidado EL TIEMPO DE MIERDA que hace en Asturias el 80% del año. Una viene de llevar dos meses con sus 30 grados y claro, acabé pasando frío.



Lo que es en Asturias, sólo estuve una semana, y me dediqué a hacer esas cosas que hacen los expatriados de vacaciones: seguir una agenda de visitas más apretada que la de un político en campaña, comer, sacar fotos, comer, acudir a compromisos familiares, comer, visitar la Feria de Muestras, comer, comer, comer, comer, comer...

Y abrazar a mi pelusi, que también la echaba de menos... ¡Y ella a mi! Que me dejó cogerla en cuello y no me arañaba ni bufaba ni nada <3





Una vez de vuelta tampoco me he estado quieta, porque me fui a ver unos fuegos artificiales a Yokkaichi, que es una ciudad cerquita de Nagoya. Fueron mis primeros fuegos artificiales en Japón, que los japoneses tienen fama de hacerlos bien. Y la verdad es que fueron bastante bonitos.




También nos fuimos de excursión al acuario con los niños, que esa fue otra de ríete tú cuando tienes tres críos que apenas andan solos, y otros veinte aparte de esos a los que también tienes que hacer caso. No perdimos a ninguno de milagro.

Por otra parte, en dos semanas tenemos un Festival de los Deportes en el colegio, y mi clase va a ser la de los pingüinos. Les hemos echo disfraces de pingüinos a los niños y están adorables <3 Lo malo es que nos toca trabajar un domingo porque la vida es miserable y nos maltrata.

Por último os contaré que el fin de semana que viene me voy a Kanazawa porque es puente... A ver si con suerte me acuerdo de contároslo cuando vuelva.

Que por cierto, como detalle final os voy a contar que estoy viciadísima a los chu-hi. Son básicamente mezclas de sochu, un licor japonés, con zumos, y los venden en cualquier supermercado o veinticuatro horas en latas. Normalmente tienen entre un 3 y un 7% de alcohol, y esta marca en particular tiene todo sabor imaginable, más los que van sacando nuevos depende de la estación. Mis favoritos son el de uva, el de cola, el de melocotón y el de té, pero hoy he probado el de plátano.


3 comentarios:

  1. ¡Dichosos los ojos!

    Pues no te lo creerás, pero ayer le estaba hablando de ti a unos amigos y me acordé de tu blog y de la de tiempo que hacía que no escribías. La pesadilla te la he debido de enviar yo por telepatía.

    Jo, tu vida mola mucho. ¿Cómo son tus nenes? ¿Hacen alguna diablura? Y no nos has hablado de Marcos… ¿cómo le va?

    Y por último, que no sé si soy la única que tiene curiosidad, pero podrías contarnos cómo es un día a día con tus peques. Lo que hacéis y tal. Y oye, lo de pasearlos y vigilarlos tiene que ser muy estresante, pero no dirás que tu trabajo es aburrido :P.

    Oh, porfa, escríbenos más a menudo. Un abrazo,

    Cristina

    ResponderEliminar
  2. ¡Bieeeeeeenn! ¡Me has hecho caso y has vuelto a publicar cosas! Con lo divertido que es leer las aventuras japonesas, y la verdad es que siempre me río leyendo, tienes una forma graciosa de contar las cosas.
    Te permitimos un mes de vacaciones, pero en Octubre nos debes otra actualización :D

    ResponderEliminar
  3. Holaaaa Yo tambien quiero mas historias de tu vida en Japon
    Me gusta como las cuentas , asi que espero que encuentres tiempopara contarnos masss
    Bss

    ResponderEliminar